miércoles, 7 de febrero de 2007

La administración del presidente Kirchner, ha hecho de los derechos humanos uno de los pilares básicos de su política

En representación del gobierno de Néstor Kirchner, la senadora Cristina Fernández de Kirchner rubricó en Francia el texto y habló en la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.
A continuación podras leer el discurso completo.

Tengo hoy, en nombre de la República Argentina, el altísimo honor de suscribir en nombre y representación de su superior Gobierno, este Convenio Tratado sobre Desaparición Forzada de Personas. Un crimen de lesa humanidad, tal vez de los más perversos, la desaparición forzada agrega a la pérdida irremediable de la vida, precedido normalmente de grandes torturas, la tortura moral y psicológica que significa para quienes lloran a la víctima la incertidumbre definitiva y eterna acerca de su destino final. Por eso hoy es un gran día para la condición humana, y me enorgullece que mi país, la República Argentina, junto a la hermana República de Francia, hayan sido grandes impulsoras en la firma de este convenio.La desaparición forzada tuvo un antecedente del horror en el Siglo XX que fue el Holocausto, donde el nazismo llevó a millones de personas al exterminio y la desaparición. Mi país, la República Argentina, fue también durante el Siglo XX un segundo laboratorio de ensayo de este tipo de prácticas, el terrorismo de Estado, que tuvo por objeto sembrar el terror, el miedo, el pánico, el horror en una sociedad, para implantar también un determinado modelo económico y social de exclusión. Debo decirles que el de hoy aquí es para mi país un protagonismo triste, pero quiero reivindicar la figura de quienes hoy me acompañan, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Hebe Bonafini, Estela Carloto, Marta Vázquez, que representan a esas mujeres que reclamaron con orgullo, con dignidad, por la aparición con vida, pero que son por sobre todas las cosas la memoria viviente. Y en especial a Marta Vázquez, que en el año 1981 estuvo aquí en París, casi como mentora de la figura jurídica que hoy estamos consagrando como crimen de lesa humanidad. Mi país, la República Argentina, a partir de la administración del presidente Kirchner, ha hecho de los derechos humanos uno de los pilares básicos de su política. De consuno los tres poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, declararon la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que amnistiaban a los genocidas. Congratula que los tres poderes del Estado de una sociedad democrática hayan coincidido precisamente en consagrar a la memoria, el derecho a la verdad y el castigo a los culpables como una cuestión de toda la sociedad argentina. La impunidad hiere la condición humana pero fundamentalmente crea las condiciones para que las mismas cosas vuelvan a suceder. Hace poco tiempo, 5 meses exactamente, ha desaparecido en mi país un testigo, Julio Jorge López, que era testigo de cargo en la causa contra uno de los genocidas más terribles que conoció mi ciudad natal, La Plata, el comisario Etchecolatz, mano derecha del entonces general Camps. La desaparición de Julio Jorge López ha provocado esta desazón en la sociedad argentina, pero también la convicción más absoluta por parte de su gobierno de que se deben llevar adelante los juicios contra quienes cometieron estas violaciones porque es la única garantía de que estas cosas no vuelvan a suceder. Por ello con mucho honor y con mucho compromiso es que hoy asisto a esta firma. Compromiso institucional, compromiso moral, político y también generacional. Pertenezco a la generación que fue la víctima propicia de ese terrorismo de Estado y en nombre de quienes no tuvieron derecho a defenderse en un juicio justo ante jueces de la Constitución, que esto es en definitiva lo que caracteriza a una sociedad civilizada, reivindico entonces la figura de las mujeres que hoy me acompañan aquí, Madres y Abuelas, figuras que además luego de décadas de no ser escuchadas y de injusticia siguieron reclamando sin ninguna actitud de venganza, sino simplemente de aplicación de la ley y de reconocimiento de la condición humana. Muchísimas gracias y bienvenido este aporte invalorable a la defensa de la condición humana.