martes, 28 de octubre de 2008

Conciencia y pasión, por la democracia

Publicado por el diario Clarín en la sección Tribuna 28/10/2008
Ha cambiado el contexto y se han sumado desafíos, pero sigue vigente el compromiso asumido hace un cuarto de siglo: preservar el sentido de la política como instancia determinante para la gestión y transformación de los asuntos públicos.
Por: Antonio Cafiero
Fuente: PRESIDENTE DE COPPPAL (CONFERENCIA PERMANENTE DE PARTIDOS POLITICOS DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE)

Por Horacio Cardo (http://www.horaciocardo.com/)

Durante buena parte del siglo pasado los argentinos vivimos los tiempos políticos con una actitud fatídica: continuamente esperábamos que desde algún rincón oscuro surgiera el hecho siniestro que diera por tierra con todos nuestros esfuerzos por construir una sociedad democrática. Pese a que los peronistas fuimos los que más sufrimos la violencia política, lo cierto es que esta constante afectó negativamente a todas las fuerzas democráticas. Esta historia se detuvo en octubre de 1983. Desde la oposición, el peronismo -y particularmente la Renovación Peronista- tuvo un papel decisivo que permitió cerrar este larguísimo capítulo de intrigas y frustraciones. Queda todavía pendiente que los politólogos se dignen escribir sobre este tema.Pese a los cambios ocurridos, sigue vigente el compromiso que asumimos hace 25 años: asegurar el valor de la política como instancia determinante para la conducción de los asuntos públicos. Atrás quedaron los desafíos de aquella época, como la neutralización del poder de las Fuerzas Armadas, el respeto por los derechos humanos o la supremacía de la Constitución. Incluso actualmente es posible discutir sobre calidad institucional porque hay instituciones, y no precisamente gracias a la labor de quienes hoy toman esta bandera, que en otras épocas demostraban muy escaso interés sobre el tema. El contexto ha cambiado, pero la responsabilidad de expandir la democracia sigue siendo primordial. En la actualidad hay al menos tres tareas para lograrlo: la capacitación política, la superación de la pobreza y la integración regional. La primera supone ampliar el potencial de los diferentes grupos en los que las personas participan políticamente, que incluye la posibilidad de construir consensos y de elaborar proyectos. Por eso la capacidad política no es individual, sino colectiva. No reside en el aprendizaje de una técnica, sino más bien en la afirmación de una perspectiva desde la cual valorar políticas. A partir de ella se pueden construir acuerdos basados más en ideas y valores que en lealtades personales. En segundo lugar, la pobreza y la exclusión social no sólo afectan una dimensión fundamental de la dignidad humana. También constituyen obstáculos contra la democracia, en tanto nadie es completamente libre para elegir si sus posibilidades de vida más elementales se encuentran en riesgo. En este sentido, la justicia social no sólo es un objetivo de la democracia. También es uno de sus pilares esenciales. Por último, la integración regional es otro desafío pendiente: hoy la globalización debe ser enfrentada con más y no con menos globalización. Sin dejar de ser la nación la categoría principal a partir de la cual se piensa, la política debe tener un contenido regional y universal. En una época en que las principales instancias de poder se alejan del control estatal, la política debe revertir su tendencia a hacerse más local.Estas consideraciones explican el proyecto asumido en América latina por la COPPPAL, que busca fortalecer las democracias de la región impulsando la capacitación política, la reforma social y la integración, incluso con la Conferencia Internacional de Partidos Políticos Asiáticos, con la cual se proyecta una reunión bicontinental. Por estas razones hoy estamos iniciando una serie de seminarios y publicaciones para debatir acerca de los aspectos que identifican a los principales partidos populares de nuestro país y de la región.Los partidos políticos son la instancia mediante la cual una comunidad se gobierna a sí misma, canaliza sus conflictos y proyecta su futuro. Si se quiere afianzarlos se debe democratizar su vida interna, asegurando la participación de los afiliados y obligando a la realización de internas para designar candidatos, modificar las normas electorales para desalentar los personalismos y los transfuguismos, jerarquizar el papel de los parlamentos, subsidiar publicaciones y convenciones partidarias donde se debatan aspectos doctrinarios y programáticos, y financiar las actividades de capacitación política, tal como lo establece expresamente la Constitución. Así se hace en todos lados, no hay secretos en esto. Pero en la Argentina se requiere todavía un mayor compromiso de toda la sociedad para fortalecerlos. Imputarles todos los males del pasado sólo sirve si uno pretende desentenderse sin culpa del compromiso que todos deberíamos asumir para poder vivir en democracia. Pero a todo esto le falta no obstante un ingrediente esencial: la política es también entusiasmo, certeza y pasión. Es una visión que permite comprender al hombre y al mundo. Las leyes por sí solas no alcanzan a reemplazar este espíritu. Si no se recupera esta convicción, difícilmente alcance ninguna receta que pueda imaginarse para una reforma política. Esta es una obra que sólo los políticos pueden realizar. Nadie podrá hacerlo por ellos. Aun si mi experiencia sirviera sólo para convencerlos de esto, de todas formas me daría sobradamente por satisfecho.