*por el Dr. Julio C. Balbi y Fabián D. Brest


Julio Balbi es el principal referente político del Gobernador Felipe Sola en la Ciudad de Bs As.

Hoy en día es necesario encontrar alguna respuesta a tres preguntas que consideramos fundamentales: ¿Cuál es la esencia de la crisis argentina y que papel juega la ruptura comunicacional?, ¿cómo influye ideológica y culturalmente la supremacía de la lógica del mercado sobre la política? y por último, ¿Cómo conciliar este protagonismo y el espacio de representación y representatividad que han tomado los medios de comunicación frente a la pérdida de la credibilidad de los políticos y de las instituciones democráticas?
Siguiendo a Habermas, la crisis argentina esencialmente se trata de una crisis de identidad, de una crisis de principios y valores, propia de una cultura sujeta a la sistematización del mundo de la vida. Cuanto mas poder tienen, más y más capacidad de gobierno ejercen sobre el mundo de la vida las lógicas del mercado y el proceso cultural que conlleva la asimilación de conductas; que en lugar de aumentar la capacidad de comunicación y lograr el consenso y la comprensión, transforman y delimitan los comportamientos y las conductas sociales, ajustándolas a valores individuales y egoístas; porque el objetivo ha dejado de ser la construcción de un futuro común. Pasó a ser un camino hacia el éxito individual.
La competencia, la posibilidad de exclusión de mercado, generan inseguridad, incertidumbre, fragmentación, retraimiento sobre sí mismo, por lo cual, como bien explica Habermas, no hay posible situación de diálogo si los sujetos no se reconocen mutuamente la plena igualdad de seres libres y responsables.
La incomunicación caracteriza, en la actualidad, el comportamiento político y social de diferentes actores sociales, negando la posibilidad de encontrar puntos de conciliación entre sus posiciones o al menos identificar los disensos entre los mismos. Esto, acentúa la fractura del vínculo de representación entre el gobierno y la sociedad. En este sentido, podemos absorber y observar que la crisis no puede definirse tan sólo como una situación de ruptura política o económica. Esta discusión dialéctica está inteligentemente planteada por el neoliberalismo, con el objetivo de distraer y direccionar la atención y la responsabilidad de la crisis hacia la política y las instituciones; de tal manera de consolidar la hegemonía del mercado y del poder de quienes han conducido a la Argentina a la situación más profunda y terrible de nuestra historia.
La mejor manera de sostener este modelo, es mantener los elevados niveles de fragmentación social, porque ante una situación de anarquía, caos generalizado y violencia, la sociedad no dudaría un instante en solicitar el restablecimiento del orden político y ésto posibilitaría, en el neoliberalismo, la apertura hacia un nuevo proceso de disciplinamiento social, por lo cual es evidente que existen sectores del poder político económico y cultural, como así también grandes corporaciones mediáticas que, en procura de intereses particulares, son funcionales a la ruptura comunicacional de nuestra sociedad; y desde luego a la utilización de la tecnología de comunicación para sustentar este nuevo orden que pretende establecerse.
En este contexto no resulta para nada curioso que el objetivo y la estrategia se encuentran fijados en la política, ya sea a través del desprestigio de sus actores que, con seguridad, tienen gran parte de responsabilidad por acción u omisión, o de la honorabilidad de las instituciones democráticas que durante los últimos quince años demostraron ser un garante institucional de la corrupción estructural. Sin embargo debemos decir que no es posible sostener una democracia con la prescindencia de la política, de sus representantes y de sus instituciones. La política es la herramienta que ha garantizado históricamente la perdurabilidad del sistema democrático y ese espacio no puede ser ocupado por ningún otro actor. Por lo cual, el rol que en la actualidad pretenden ocupar algunos sectores del periodismo, tal vez influenciado por el protagonismo de la mediación y resolución de las demandas sociales, o como parte de un juego propio de las corporaciones mediáticas que responden a intereses internacionales, se convierten en una clara amenaza para la democracia argentina.