*Por Martín Ferré Para LA NACION
Estudios recientes sobre la juventud reflejan que el 60% de los jóvenes argentinos no tiene ningún interés por la política. Esta actitud no es ajena al devenir del país: décadas de gobiernos autoritarios, corruptos e ineficientes generaron en los jóvenes descreimiento por la política, desvalorización por los partidos, desconfianza en el Estado y, en consecuencia, un debilitamiento de la República. Largos años de recesión, desempleo, decadencia de lo público, cargaron el horizonte de muchos jóvenes de frustración, empobrecimiento y exclusión, que los alejó de la participación política como motor de las verdaderas transformaciones sociales. La política se transformó en una mala palabra. Tanto es así, que muchos de los encuestados se autodefinen como "apolíticos", con el ánimo de aparecer "incontaminados" de ese mal que es la política. Por otro lado, la condición de joven, el hecho de pertenecer a la juventud merece actualmente reparos para el resto de la sociedad. Para algunos, los jóvenes, como principales exponentes de la sociedad de consumo, han sido educados en un modelo cultural en el que priman pautas individualistas carentes de preocupación social, ideales altruistas y voluntad de cambio. La política es una práctica social y cultural imprescindible. En la democracia, "política" significa presencia del pueblo en las decisiones sobre su presente, su destino y la interpretación correcta de su pasado. Todos ejercemos, en mayor o menor medida, una diversidad de acciones políticas que inciden en nuestro contexto, esto es: en la vida de la polis , que es la vida en comunidad. Pero las sociedades complejas necesitan hombres y mujeres que perciban las realidades de lo social y que se dediquen a trabajar en eso como actividad principal. Se necesitan políticos profesionales que profesen la política. Y, más que nada, profesionales que hagan de la política un ejercicio de fe y un ejercicio efectivo por el bien común. Por otro lado, el interés por la política presupone un afán por cambiar la sociedad en la que vivimos e ideales que motoricen ese cambio. Como Arturo Jauretche sostenía, "los procesos de cambio siempre han sido realizados por la juventud". Y este concepto sigue vigente: en la juventud, hoy igual que siempre, está el motor del cambio. En medio de esta mala fama de lo político, y el desprestigio de la juventud, muchos jóvenes hemos decidido comprometernos y ser parte de un proyecto de construcción nacional permanente, gracias al cual la palabra "política" recupere su significado como herramienta para promover el bienestar general, la conciencia ética y el desarrollo del pueblo. Desde diversos espacios, los jóvenes políticos soñamos con rescatar la política para rescatar también a la Argentina. Nos venimos capacitando para hacerlo; en su mayoría, somos hombres y mujeres trabajadores y profesionales, dispuestos a volcar, en favor de la gestión, el bagaje de conocimientos e información adquirido en nuestros años de estudio y militancia. Queremos ser parte de este proceso de desarrollo y consolidación democrática, sumando creatividad y capacidad transformadora a la experiencia de quienes nos preceden en esta tarea de fortalecimiento institucional. En las últimas elecciones han surgido para la función política muchos intendentes jóvenes en todo el país, muchos legisladores y legisladoras en el Congreso Nacional y en las legislaturas provinciales, como jóvenes propuestos para funciones ejecutivas, por ejemplo, figuras como Martín Lousteau, actual ministro de Economía de la Nación, de 36 años; en la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, flamante gobernador, de 50 años; Alberto Pérez, actual ministro de Gobierno, de 40, o Sergio Massa, intendente del partido bonaerense de Tigre, de 35, encarnan el recambio dirigencial que estaba esperando la sociedad argentina. Somos pares generacionales de ese sector que descree de la política y pretendemos servirles de ejemplo, abrirles el camino para que se incorporen para que, como dice nuestra presidenta, Cristina Kirchner, crean ahora más que nunca en los sueños y en las utopías y en que la política es un instrumento de dignidad y dignificación del ser humano. Se habla de la "nueva política", en contraposición a la "vieja política". Para nosotros, hablar de nueva política no es reinventar ningún término ni fijar nuevos paradigmas sino, simplemente, recuperar "la política" en su sentido más clásico y ubicarla en el centro de la escena como lo que siempre fue y deberá ser: la actividad pública más importante que nos ocupa como nación, en tanto define el sentido y las condiciones concretas de la vida de toda comunidad. Y en esa dirección, volver a las buenas prácticas políticas implica ampliar la esfera de discusión y debate, haciéndola cada vez más inclusiva y plural. El consenso es la traducción más palpable de la buena salud de la política al servicio de la democracia. No hay desafío mayor para la política que el de despertar la pasión en los jóvenes por la participación, ni responsabilidad mayor que la de conformar ciudadanos "políticos", capacitados para proponer, impulsar y extender los límites del proyecto político al que adhieren. Recuerdo que al leer el Mensaje a la juventud argentina del año 2000 (Mensaje a los jóvenes del año 2000) , de Juan Domingo Perón, entendí sus palabras como una fuerza rectora ineludible: "Dejamos una doctrina justa y un programa de acción para ser cumplido por nuestra juventud: esa será su responsabilidad ante la Historia".
*El autor es vicepresidente primero de la la provincia de Buenos Aires.